Tenemos costumbre de llevar a nuestro perro a pasear y encontrarse con otros perro. Nos ha tocado observarlo (o sufrirlo, si uno es el dueño) ¡cuidado, perro con correa! porque se vuelve agresivo, y suelto se comporta mucho mejor. Esto es especialmente importante para los dueños de un macho.
La correa interfiere con la interacción habitual
Hay algo en esto de ir con correa que produce un grado de estrés cuando se encuentran dos perros, veamos por qué.
Cuando dos perros se encuentran (especialmente si no se conocen) proceden a realizar una especie de «danza social» – avanzar, retroceder, dar vueltas uno alrededor del otro, olfateo y señales corporales que expresan contención. A veces esto se realiza a toda velocidad y en otras ocasiones toma su tiempo para que entren en confianza o en indiferencia, o si uno de los perros teme, para retirarse y tomar distancia.
Imaginemos ahora todo lo anterior, pero con una correa. Se enredan, no tienen el espacio, no pueden girar a tiempo. En fin, un gruñido y comienza la pelea.
Aprender y retener una mala memoria
A futuro, el perro más indefenso (con correa) gruñirá en cuanto vea acercarse otro perro. La mejor defensa es el ataque, ¿verdad? El dueño, en cuanto escuche el gruñido, alejará a su perro del peligro y así el perro indefenso recuperará su tranquilidad.
Mientras más gruñe mejor le va con su dueño, de modo que se reforzará el comportamiento agresivo cuando va con correa.
Sin correa
Es otra cosa, sabiéndose indefenso, porque en ese caso sabrá mantener su distancia y su aproximación cautelosa a un nuevo perro. Especialmente si su dueño no interfiere y mantiene la distancia, con el fin de evitar que se sienta protegido.
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Referencia Wag Walking
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