El perro porfiado

perro porfiado

Calificar a un perro de «porfiado» nos hace pensar inmediatamente en lo que pasa por la cabeza de su dueño. Un perro que no responde cuando lo llaman, que es incontrolable en determinadas situaciones, que (en definitiva) denota cansancio en quien se ve sobrepasado.

Definamos porfiado

Se trata de un adjetivo que se aplica a personas, y por tanto calificar a un perro de porfiado supone una cierta humanización. «Dícese de quien es obstinado en sus opiniones o insiste pesadamente en una petición u otra cosa similar.» Podríamos más bien calificar al perro de insumiso, y estaríamos más cerca de la realidad: «Que no se deja someter o dominar por la fuerza de las circunstancias o por la autoridad de otros.»

La relación perro-amo

El perro es de naturaleza social y es normal observar liderazgos, pero la relación entre liderazgo y dominio es debatible. «La realidad es que existe una falta de estudios de observación en poblaciones de perros de compañía teniendo en cuenta la raza, el sexo y el estado reproductor (esterilizados o no), por lo que se debe ser cauto a la hora de arrojar conclusiones sobre las complejas relaciones sociales que existen entre perros en distintos ámbitos.» (Ref. Gretca)

Podríamos concluir entonces que los perros muestran sumisión voluntaria a ciertos liderazgos. Y ya estamos en el meollo de nuestro tema:

Liderazgos y sumisión

Es evidente que un perro sumiso puede resultar apagado, sin chispa. Si no está enfermo, podría denotar una relación de temor con su amo. Por otra parte, incluso un perro lleno de vitalidad necesita en ocasiones obedecer a la voz de su amo, por su propio bien y porque (sus dueños) vivimos en una sociedad con reglas y jerarquías. Por ejemplo, no queremos que nuestro perro se muestre agresivo con un niño.

Dueños de perro y características de la raza

Raza o individuo, es evidente que hay perros que requieren un mayor esfuerzo de liderazgo por parte de sus dueños. El liderazgo es corporal, nace de una expresión que integra nuestra voluntad con la expresión corporal, de modo que (para entender a su dueña) un perro necesita, mucho más que palabras y gritos, una expresión que integra a toda la persona.  Por otra parte, hay perros mucho más sensibles a complacer que otros, y por tanto la energía requerida para expresar liderazgo difiere dependiendo del perro. En resumen, no todos los perros son para todas las personas. Por ejemplo, los terrier necesitan, desde muy temprano, límites bien establecidos y consistentes que establezcan una jerarquía.

Estilos de liderazgo

Un liderazgo autoritario  (además de consumir excesiva energía de su dueño) tiene el defecto de reprimir, y en cierto modo amputar, cualidades del perro. Podría explicar lo que algunos llaman una «depresión canina».

La tendencia hoy, entre los entrenadores profesionales, es desarrollar una relación cooperativa. Es decir, un estilo de liderazgo donde buscamos que el perro quiera hacer aquello que queremos que haga.

Situaciones de estrés

Cualquier liderazgo está sometido a prueba en una situación de estrés, porque la capacidad de atención del perro se ve fuertemente mermada. Y desde nuestro punto de vista, no es lo mismo llamarlo a detenerse en un parque, sin peligro a la vista, que cuando está a punto de atravesar una avenida para recuperar su pelota. De modo que el estrés también afecta nuestra capacidad de comunicar una orden en forma efectiva.

Por otra parte, el perro siempre repite el patrón que mejor le funciona, especialmente ante situaciones de estrés, por ejemplo, mostrarse agresivo cuando se siente atemorizado. De modo que podemos trabajar (con o sin ayuda profesional) un llamado destinado a prever y cortar esas situaciones, justamente porque ya las conocemos, en lugar de quejarnos (injustamente) sobre lo «porfiado» que es nuestro perro.  Todos hemos escuchado, cuando hemos tenido que lidiar con un perro agresivo, el comentario de su dueñ@: «¡es la primera vez que le pasa! de verdad me sorprendió» (es mejor tomar nota y mantener la distancia a futuro, porque claramente se volverá a repetir).

Somos parte del problema y también de la solución. Nuestro perro no es porfiado, es que debemos cambiar su «conveniencia». Estas dos ideas nos ayudarán a mejorar nuestra relación con este amigo que no cambiaríamos por nada, y con el entorno en que convivimos.

 

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Otras referencias: Smart Dog University

 

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