Un perro ladrador se caracteriza por tener episodios con ladridos excesivos. Estos se disparan cuando se emociona – ¡o porque se emociona con facilidad!
El hijo de un amigo, a sus tres años, confundía la raza «labrador» con «ladrador», porque el labrador de la familia era excesivamente «ladrador». De ahí que su mascota pasó a ser, oficialmente, un «perro ladrador».
El ladrido, una respuesta emocional
Un perro ladra como una respuesta emocional a su miedo, como reacción a otro perro o como señal de agresividad. Cualquiera de estas causas requiere trabajar para modificar la emoción subyacente que lo lleva a mostrar este comportamiento. Por ejemplo, mi perro gruñe siempre que se le acerca un macho desconocido, y desde que fue mordido al año de vida en tres ocasiones casi consecutivas. Desde entonces pasó de ser confiado, vivaz y juguetón a cauteloso y desconfiado. Modificar esta conducta no es el objeto de esta entrada.
¿Por qué tanto escándalo?
Nos centraremos en el ladrido excesivo producto de la excitación que le produce un evento estimulante. Por tanto, la primera tarea será identificar la causa que desata el festival de ladridos. En mi caso, cuando llega una persona de visita a la casa, el Mote no deja de ladrar hasta que logra la atención de la recién llegada. Pero a veces sus mismos ladridos hacen que no logre su objetivo, porque más de alguien los asocia con el riesgo de ser mordido.
¿Qué podemos hacer?
Identificada la causa, podemos anticiparnos y remover al perro del entorno «excitante», en mi caso aislándolo de las visitas. Alternativamente, podemos hacer que esté especialmente cansado antes del «evento», de modo que no tenga tanta energía. Por último, y me parece que es la que mejor funciona, podemos darle un premio (algo que de verdad le guste, por ejemplo esos huesitos de cuero seco) junto con alejarlo del «estímulo». Porque aunque sigue consciente de lo que sea que dispara sus ladridos, el premio lo ayudará a calmarse.
Modificar la conducta de tu perro ladrador
No es necesario intentar modificar su conducta y debemos considerar que es mucho más trabajoso que gestionar las situaciones. Pero, si estás dispuest@, aquí van algunas sugerencias que pasan por reforzar una conducta alternativa. La clave es darle «algo» para hacer, y cuando lo hace, darle un premio. Reconozco que todas estas ideas resultaron mucho más fáciles de aplicar en nuestra perra silky terrier (que entendía muchas palabras) que en el Mote, un rat terrier muy simpático pero nada letrado.
- ¡Busca! – y dejaba lo que fuera e iniciaba una búsqueda por toda la casa, quien sabe buscando qué, pero funcionaba.
- ¡A tu cucha! – inmediatamente se acostaba y se tranquilizaba, hasta que con un gesto ya sabía que podía volver a integrarse.
- Una señal de «quieto» o «espera» (por ejemplo, con la mano haciendo el signo pare) – incluso el Mote entiende y (luego de unos dos años) se detiene y espera.
- Ignorar sus ladridos – es importante que aprenda que ladrando no obtendrá lo que quiere, pero a veces no podemos ignorarlos porque resulta incómodo para nuestros amigos, un niño o un vecino.
- ¡Vamos! – creo que es una de las voces más frecuentes que uno escucha de parte de muchas personas paseando con perro. Es clave que sepa cuándo moverse, por ejemplo cuando dan la luz verde. O alejarse de ese otro perro que provoca sus ladridos.
De cualquier manera, ya sea «gestionando» su silencio o modificando su comportamiento, siempre podemos hacer algo para mejorar la convivencia de tu perro ladrador con tu entorno familiar y social.
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Referencias: Whole Dog Journal
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